Tan simple como abrir la boca y gritar, el horror se va desparramando y ya no lo pueden contener tus propios brazos. Nadie te escucha, no, a nadie le importa. Tarareamos la canción del fin del mundo, se esconde en nuestros aplausos la fuerza de lo inevitable, como un premonición.
Mademoiselle Juliettè,
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